
Casa de campo
Cuando nos encargaron el amueblamiento de este edificio, supimos que estábamos ante un gran reto: Un edificio impecable, esquemático y con una arquitectura muy lineal situado en un entorno de ensueño enfrente de la Sierra de Sueve.

Hemos realizado un ejercicio muy consciente para manejar un edificio muy importante y transformarlo en un espacio sencillo, sobrio y acogedor.

Nuestro objetivo es transformar un espacio tan abierto en un hogar cálido, una casa de vacaciones, preparada para recibir, donde los invitados se sientan muy bien acogidos.

El interiorismo funciona tanto si estás dentro disfrutando del paisaje y el entorno como si estás fuera observando la casa desde el jardín ya que se percibe como un enorme escaparate, sin muebles que den la espalda al jardín y sin obstáculos visuales.

Planteamos un interior sobrio, buscando sobre todo la calidad sobre la cantidad, pocos elementos pero elegidos con una gran efectividad. Los textiles nos cuentan historias según su textura, el color o su diseño, por eso, en este caso son suaves, lisos, pausados y naturales con colores equilibrados. Cada pieza y cada material están colocados y elegidos para no interrumpir el orden visual de cada estancia sin elementos que desequilibren el entorno.

A través de los colores buscamos el equilibrio y el orden con el azul del mar y el verde del campo que hemos complementado con detalles en tonos calabaza o arcilla que dan vida. Además, hemos añadido pinceladas de negro para destacar las piezas de diseño.

El resultado final es una silenciosa integración con la naturaleza, un gran confort físico y visual y una total ausencia de envaramiento o rigidez. El resultado es acogedor, fácil y natural.